4.8.13

Toda explicación (o peor aun, intento de explicación) se va tornando poco a poco en una fea simplificación -o, cómo decirlo, horrible fragmentación- del universo sugerido en, por ejemplo, un aforismo, un poema o un versículo bíblico. El poeta ha pasado gran parte de su vida sugiriendo, asomándose al paraíso; pisando, a veces sin querer, tierras lejanas de follajes oscuros, tanteando lugares; y el día que alguien le pide que explique (que sí los hay), ha de quedarse sin palabras. Porque no hay explicación, o no es de explicar de lo que se trata. La explicación ya está contenida en el poema, que es, dicho sea de paso, un hoyo negro que todo lo devora.

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